Después de
tres décadas de lucha de la comunidad gay y lésbica de la Ciudad de México, el pasado
30
de junio de 2001 fue realizada la 23 Marcha de Orgullo por el Respeto al Derecho
a la Diversidad Sexual, reconociendo con ello la gran diversidad que el día de hoy nutre
al movimiento. En esta ocasión, cerca de 20 mil hombres y mujeres homosexuales,
bisexuales, transgéneros, transexuales y otros, marchamos a lo largo del tradicional
trayecto desde las esculturas de los leones del Castillo de Chapultepec y hasta la Plaza
de la Constitución, en el centro político de México.
No deja de sorprendernos a quienes estuvimos ahí
las estimaciones hechas por la prensa nacional, donde cuando mucho se llegó a calcular
una asistencia de 8 mil personas y en otros diarios (de claro corte conservador) se
mencionó que hubo "cientos" de marchantes. No sería de extrañar que estas
estimaciones fueron línea de la Secretaría de Gobernación hacia los medios, pues no
vemos cómo con sólo 8 mil personas prácticamente se llenó la Plaza de la Constitución
(como lo constatan las imágenes que aquí se presentan).
Sin embargo, y contrariamente a lo que se pudiera
pensar ante los recientes cambios de gobiernos federal y local, en esta ocasión no
existió un clima de plena libertad y total respeto hacia nuestra diferencia y la
diversidad. Marchamos manifestando nuestro repudio ante las actitudes hipócritas,
puritanas y conservadoras del gobierno federal (del PAN y encabezado por
Vicente Fox), así como ante la represión explícita y el atropello de facto a nuestros
derechos más elementales por parte del gobierno de la Ciudad de México (del
PRD,
encabezado por Andrés Manuel López Obrador y personajes tan macabros como la homofóbica
delegada de Cuauhtémoc Dolores Padierna Luna).
La gran comunidad gay de la Ciudad de
México, que es síntesis y expresión de la comunidad GLBT de todo el país, ha vuelto a
manifestar su presencia como actor vigoroso y decisivo en el desarrollo de esta ciudad y
de la nación, y con esta demostración pública ha dejado claro que día a día es más
consciente de su fuerza y que, nunca más, habrá de ser utilizada ni engañada por
organizaciones políticas cuyos mezquinos intereses necesariamente concluyen con la
traición y la grosera imposición.